domingo, 29 de junio de 2014

CAPITULO I "La chica del pelo rojo"



CAPITULO I
LA CHICA DEL PELO ROJO.

Llueve mucho en esta ciudad, es difícil hacer algo en San Jerónimo cuando el clima no te lo permite. Llueve como si el cielo tuviera prisa. Me gusta ver las gotas que pegan en la ventana, también me gusta abrir la boca y caminar por la playa tragándomelas, sentir la arena endurecerse bajo mis pequeños pies. Pero hoy no hubo playa, no hubo salida ni fiesta. Mi ventana es amplia y las gotitas chocan contra ella, toco el vidrio y siento el frio en la palma de mi mano.
Me levanto casi de golpe al sentir el contacto con el cristal. Faltan diez minutos para el partido de Brasil y estuve a nada de olvidarlo. Recorro mi departamento para llegar a la sala. Es pequeño, pero así me gusta. Mi familia vive en otra ciudad y yo tuve que mudarme por cuestiones de trabajo y aunque a veces me siento terriblemente sola, en momentos como este  puedo disfrutar de un partido de futbol como Dios manda. En casa no podía o al menos no con calma. Tengo 4 hermanos, todos hombres. Camilo es el más grande, tiene 3 años más que yo, es decir 28, y siempre invitaba a sus amigotes a la casa para los juegos. Era asqueroso ver la sala repleta de camisas blancas con el pretencioso escudo del Madrid en el pecho. Sergio, otro de mis hermanos, tiene 26 y no le gusta el futbol; cada que había partido él se encerraba en su cuarto y subía el volumen de la música a tope.
Sigue lloviendo fuertísimo y aunque el calor está a la orden del día, la lluvia no parece tener intenciones de apagarse. Busco el canal del futbol y me acomodo en el sofá. Sé que seguramente mi jersey amarillo contrasta con el color café oscuro de la sala. Me gustan los contrastes. Ahorita mismo hay tres. El café del sillón, el amarillo intenso del jersey y el rojo de mi cabello largo.
Cuando llueve la sala se pone un poco más oscura y eso me gusta, le da una apariencia caótica, como de privacidad y emoción a la vez. A mi hermano César también le gusta la lluvia, él sí es hincha del Barcelona y aunque es menor que yo por un año,  nos gustaba ver los partidos juntos. Siempre me daba la razón en todo, en cualquier opinión de faltas o fueras de lugar. A Camilo nunca le gustó eso, él pensaba que por ser el mayor, debería llevar la batuta de los conocimientos futbolísticos.
Hoy extraño sus discusiones. Nuestra batalla eterna, blaugrana y merengue hace falta en este departamento, aunque sin sus amigos que sólo iban a tomar a casa y se perdían medio partido en cada jornada.
Everardo es mi hermano más pequeño, tiene 18 y no hay en el mundo entero fan más grande de Lionel Messi que él. Ha ido a verlo jugar un par de veces con la selección argentina, fue su regalo de cumpleaños número 17. Ambas veces regresó vuelto loco de contento. Y yo sentí un poco de envidia, no por Messi, ni por la selección argentina.
El partido está por empezar, la cámara enfoca a los jugadores saliendo del túnel, es sólo un partido amistoso, pero sus rostros se ven concentrados, aunque no con ese nervio que se les notaba en la copa mundial. Sale Hulk, que al parecer en esta ocasión va de capitán, caminan uno a uno, saliendo, al lado suyo viene la selección de Venezuela, sale Dani Alves, Oscar…

Y ahí, al final de la fila,  su rostro color caramelo y el cabello imposible de domar. Ahí está él. Ahí está Neymar.

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