CAPITULO III
TRISTEZA PARA DOS Y UN CAFÉ.
VALERIA P.O.V
Siento su tristeza. Es extraño,
pero la siento. Y lo más raro es que parece que a nadie más le importó tanto.
Es decir, sí les importa que su famoso astro falle un tiro de castigo,
pareciera como si el chef tosiera en la sopa o el gerente de comercio perdiera
millones en una mala transacción. Pero me refiero a la tristeza en los ojos que
la cámara buscó después de fallar el penalti. De alguna forma sentí que
atravesaban la transmisión y se encontraban con los míos No sé si puedo
explicarlo. Pero a pesar de que era un juego amistoso, que no valía puntos ni
clasificaciones, cuando vi sus ojos tristísimos en el televisor que ocupa gran
parte de mi sala, los ojos se me llenaron de lágrimas. Fue muy raro, sentí como
si de repente volviera a mi niñez, a aquella vez que me perdí en el parque, y
mi mamá y me papá me buscaron durante una hora, hasta encontrarme agachada,
llorando en una banca. Verlo así, de triste, me recordó eso, como si ya
hubiera visto antes esos ojos.
No puedo dormir pensando en esa
sensación, miro directamente hacia el techo de mi habitación, casi sin
parpadear, mañana debo trabajar muy temprano y no podré levantarme. No quiero
hacerlo, no tengo ganas. Una tristeza muy fuerte sigue creciendo en mi
interior.
¿Qué estará haciendo él? Hago una
mueca al imaginarlo entre las largas piernas de Bruna Marquezine. Una modelo
muy guapa que tiene una relación con él. ¿Será que habrá olvidado ya esa falla
del partido?, ¿Será que le fue fácil consolarse con la despampanante pareja que
tiene? Y si no está con ella, ¿Con quién entonces? Hace poco leí en internet
que hay otra chica con la cual se le vincula, es igual una modelo, igual hermosa
y de cuerpo perfecto. ¿Será eso suficiente para borrar la tristeza profunda de
esos ojos?
Yo corté con mi novio hace un par
de meses. Y lo hice por eso precisamente. Porque no era capaz de borrar ni la
tristeza ni el miedo, ni nada. Aún lo veo, quedamos como “amigos” aunque dicen
que eso es imposible. A veces viene a ver los partidos del Barcelona conmigo, y
dice que es fastidioso, que él prefiere la liga inglesa, pero que si viene, es
por acompañarme.
Siento que el sueño me va
llegando y el ruido de la interminable lluvia sigue en la ventana. Me arrulla y
me va provocando más somnolencia. Lo último que pienso antes de dormir, es la
tristeza de los ojos de un futbolista que se encuentra a miles de kilómetros de
la cama donde duermo.
A la mañana siguiente, tengo los
ojos húmedos, como si hubiera llorado toda la noche. El café que bebo, mientras miro hacia la calle y veo la acera mojada, me sabe amargo.

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