martes, 15 de julio de 2014

CAPITULO XIII "ROBANDO SONRISAS"




CAPITULO XIII

ROBANDO SONRISAS.

LIO MESSI P.O.V 


Alguna vez, cuando era pequeño, un entrenador llamado Martin, que tenía pelo oscuro y ojos grandes como nueces, me preguntó: "¿Sabes cuándo llegará el momento en que sentirás verdadera responsabilidad?"

Yo le sonreí, recuerdo, luego tomé la pelota, redonda, negra con blanco, suave y fría, porque era pleno invierno y la pateé con fuerza hacia la portería.

-Cuando tenga que meter el gol decisivo- le dije “de cualquier partido”

Martin  sonrió, incluso creo que rió un poco y fue lentamente a recoger la pelota que yo había pateado. Era muy tarde en la ciudad, el cielo se veía entre color purpura y naranja. Me gustaba. Tenía la nariz fría y la boca me temblaba un poco, los dedos de las manos tocando las mangas de mi ropa.

-No- había dicho Martin
Yo le arrebaté el balón y lo volví a patear con aun mas fuerza.
-Cuando esté en la Copa del mundo- dije, al fin, la garganta me latía, un poco por el frio y un poco por la impaciencia de no saber a qué se refería. Y yo quería saber a qué se refería.
Él rió abiertamente y con aún más lentitud fue por la pelota, la tomó del fondo de la portería y se sentó sobre ella.
-Olvídate de la pelota pibe, déjala atrás, que vuele, que se duerma un rato, que se vaya. Que desaparezca.
-No podría- respondí, como quien me pide que done el corazón o las corneas de los ojos.
-Un día tendrás que hacerlo, un día ya no podrás jugar y serás un amante de la pelota, pero de lejos. Tenes que acostumbrarte.

Quizás en aquel momento Martin tenía razón, pero era como si me hablara de la muerte de mis seres amados y yo no estaba listo para escucharlo.

-Mi mayor responsabilidad será entonces, cuando sea entrenador- había respondido yo, con seriedad.
-Casi nene, casi- entonces él tomó el hermoso balón entre las manos y dándomelo, me dijo palabras que no olvidé nunca- será cuando tengas que guiar a otro jugador por el mejor camino, por el que tú mismo has recorrido.

….Y así.

Pienso en eso mientras Antonella sirve el spaghetti y Neymar, en su papel de invitado trata de descorchar el vino tinto que trajo, riendo y haciéndole comentarios sobre la vez que le pegó a una de sus novias, hace años, con el corcho de una botella de champagne.

-No terminó conmigo, pero yo no me sentía muy bien viendo su ojo morado por causa mía- dice y Antonella ríe.
-Leo, ¿tu copa?- dice Neymar. Lo miro, tiene esa sonrisa fácil y franca que ha conquistado tantas niñas a nivel mundial, esa sonrisa que ha hecho que todos los aficionados brasileños sean capaces de perdonarle todo, incluso que se lesionara en aquel mundial. A mí no me perdonan ni que contraiga la gripa en un partido amistoso.
-Necesitas sonreír menos- le digo, dándole mi copa, como quien dice “sírveme poco”
-¿Perdón?- pregunta, sin agarrar la copa que le doy.
-¡Leo!-dice Nella, mirándome con los ojos que conozco tan bien, indicándome que hice algo mal. Nada me perturba como esos ojos, ni el entrenador más duro del mundo. Mourinho se queda corto ante esa mirada y eso que nunca me ha dirigido.
-No te entiendo- dice Neymar, sigue sin tomar mi copa.
-Cuando sonreímos- digo- indicamos los felices y satisfechos que estamos, eso es bueno, pero no siempre. Tú eres un jugador que brillará durante décadas, lo sabes, pero a veces, es importante que te sientas menos satisfecho, para que puedas alcanzar más.
-Soy una persona feliz- dice él. Antonella nos mira con atención.
-Yo también-le contesto- pero en el futbol, la felicidad semeja tomarte una taza de café en la mañana, la disfrutas en ese momento, pero debes pasar el resto del día con lo que eso te dejó, y entonces no eres tan feliz, si pretendes serlo, no eres honesto, lo eres hasta que vuelves a tomar la taza- explico.
-Tengo todo para ser feliz, Lio- dice. Veo que Antonella ha dejado, sin querer, que unas gotitas del pure del spaghetti caigan sobre mi mano, yo las lamo y siento ese amor que sé que ella me profesa diariamente. Y me doy cuenta que así es cuando la que habla ahora, es ella, es Antonella:
-¿Estás enamorado, Neymar?- pregunta ella. Y es entonces cuando por fin, él toma mi copa y vierte vino rojo y liquido en ella.



VALERIA P.O.V


Llevamos tres horas recorriendo el centro de Barcelona con las maletas siguiéndonos. Si yo estoy harta, Gerry está mucho peor. No ha dejado de quejarse ni un momento: tiene dolor de cabeza, le duelen los pies, la cara se le está maltratando por no aplicarse sus cremas , tiene sed, hambre, ningún catalán le ha parecido atractivo. En pocas palabras, está cansado.

-Vamos, Gerry, seguramente la calle del departamento está cerca- digo, sin creérmelo.
-¡Quiero irme de aquiiiii!- dice él.
Como si todos los dioses me hubieran escuchado, veo el nombre de la calle indicada en una esquina.
-¡POR FIN!- apresuro el paso- es por acá- el número es el 1120 y Gerry lo sabe, los departamentos están cerca, y ahí es donde vamos a quedarnos en nuestra estancia en Barcelona. La persona ha accedido a rentarlo por un mes.
-Gracias al cielo- dice Gerry.

Aun no acaba de agradecer a todos los que conforman el paraíso cuando un hombre alto, blanco y de aspecto amenazador lo empuja. El corazón empieza a latirme como nunca crei que lo haría. La calle está oscura, son casi las 7 de la noche.

-Las valijas- dice el hombre. Veo que a pocos metros están otros dos hombres, sé que no debo pedirles ayuda, pues parecen estar cuidando al blanco corpulento. Gerry se levanta y con el rostro palido, suelta su equipaje, dejándolo a merced de esos tipos. Yo no sé que hacer, pero el brillo de un arma en el bolsillo del extraño me hace soltar mis valijas. Estoy temblando, fue una pésima idea venir a Barcelona, fue una pésima idea y esto es la demostración clara. Nos van a matar, aquí mismo termina todo, Sam estará decepcionado y a la vez triste por mi muerte. Y Neymar nunca se enterará siquiera de que alguna vez respiré. Cierro los ojos, preparándome para el fin y cuando los abro de nuevo, veo que los tres hombres se han alejado.


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